Se recogió el pelo con unos elásticos gastados y sucios. Pero rápidamente la rebeldía de su cabello hirsuto volvió a pincharle la cara con desdén.
Ese día había caminado mucho, le dolian los pies. Parecía no haber tenido ningún sentido el encuentro. La verdad y como siempre, ella había salido perdiendo más. Pero estaba segura que había sido esta la última cita. El silencio escrutador de la noche se lo aseguraba también.
Tantas veces había salido pensando en sus planes de mañana, de la próxima semana y hasta del año venidero. Esta vez no fue la excepción. Pensó en sus futuros hijos, en las compras de la semana, y en la basura que sacaría mañana temprano si se despertaba a tiempo...
Luego el encuentro de no más de diez minutos. Quizas ese era su destino: no decirle toda la verdad, no alcanzar a hablar antes que la callara el silencio definitivo.
Se preguntaba mirandose al espejo si la palidez se debía a su cansancio atroz. Si la sequedad de su pelo era por el calcinante sol de enero. Si sus ojos tan quietos eran a causa del exagerado maquillaje oscuro...
De repente el silencio otra vez desolándole la piel. Hasta sus labios estaban ya sellados y sólo los cruzaban unos susurros que no eran suyos. Fue entonces cuando lo supo, justo en el instante que el espejo se vació de pronto. No hubo más miradas.
Ese día había caminado mucho, le dolian los pies. Parecía no haber tenido ningún sentido el encuentro. La verdad y como siempre, ella había salido perdiendo más. Pero estaba segura que había sido esta la última cita. El silencio escrutador de la noche se lo aseguraba también.
Tantas veces había salido pensando en sus planes de mañana, de la próxima semana y hasta del año venidero. Esta vez no fue la excepción. Pensó en sus futuros hijos, en las compras de la semana, y en la basura que sacaría mañana temprano si se despertaba a tiempo...
Luego el encuentro de no más de diez minutos. Quizas ese era su destino: no decirle toda la verdad, no alcanzar a hablar antes que la callara el silencio definitivo.
Se preguntaba mirandose al espejo si la palidez se debía a su cansancio atroz. Si la sequedad de su pelo era por el calcinante sol de enero. Si sus ojos tan quietos eran a causa del exagerado maquillaje oscuro...
De repente el silencio otra vez desolándole la piel. Hasta sus labios estaban ya sellados y sólo los cruzaban unos susurros que no eran suyos. Fue entonces cuando lo supo, justo en el instante que el espejo se vació de pronto. No hubo más miradas.
Los espejos sólo reflejan la vida...
Mabel C.